sábado, 7 de junio de 2008

El Periodismo en El Salvador

A casi 30 años

Mis recuerdos de corresponsal de guerra en El Salvador



(Ponencia Jan Schmeitz, auditorio IICAS de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas,

el, 24 de julio 2007 en Foro: "Rumbo del periodismo salvadoreño, avance o agotamiento")



Primeramente, quisiera agradecer la Asociación de Periodistas de El Salvador y a la Fundación Raíces por la invitación. Les puedo decir que las experiencias que obtuve aquí durante la guerra como joven periodista para la radio y televisión holandesas, no solo me han marcado profundamente, me han sido útiles durante toda mi carrera profesional. Entonces, estoy contento de poder compartir con ustedes esta tarde algunas reflexiones sobre mis experiencias en El Salvador.



Llegué la primera vez a El Salvador en 1979. Como todos los periodistas visitamos el campo, la universidad, los barrios, los partidos políticos, los sindicatos, las comisiones de derechos humanos. Por supuesto, nos fuimos también a las conferencias de prensa del régimen de facto y, los domingos, a las homilías de Arzobispo Oscar Romero. Encontramos básicamente dos discursos. Ya era un país bien polarizado.



En medio de la guerra fría y después la revolución Sandinista en Nicaragua, el régimen de facto y los grandes medios de comunicación nos trataron de convencer que ahora 'el peligro rojo' estaba atacando a El Salvador. `Los subversivos comunistas' eran, según ellos, los responsables de la violencia en el campo. Y según la derecha, nosotros, los corresponsales, fuimos también parte de la conspiración contra la amada patria. Había letreros en diferentes partes de la ciudad que decían: "Periodista entrega tu país, no el nuestro; di la verdad".



Algunos partidos políticos, sindicatos, Monseñor Romero, las comisiones de derechos humanos y otros organismos responsabilizaron a la dictadura, grupos paramilitares y escuadrones de la muerte de la represión. El Arzobispo esperaba mucho de los periodistas. Monseñor Romero dijo en 1980, poco antes de ser asesinado, a mi colega Koos Koster, quien también fue asesinado en 1982: "El periodismo es una profesión sagrada; haga conocer la verdad al mundo".



Entonces, allí salimos nosotros hace 27 años, al servicio de la verdad en búsqueda de los subversivos comunistas y los grupos paramilitares. Un día, por ejemplo, viajamos con un grupo de periodistas a Santa Ana y saliendo de un pueblito, El Congo, semi abandonado en ese entontes, observamos algunos buitres circulando sobre la orilla del camino. Encontramos los cuerpos de 20 personas, la mayoría jóvenes, todos torturados y algunos decapitados. Entre los cadáveres, los culpables habían puesto una cruz rústica con el texto: "Por subversivo, El Escuadrón". Más tarde, cuando los muertos ya habían sido transportados a la morgue, algunos familiares de los muertos nos contaron que los hombres habían sido sacados de sus casas la noche anterior por un grupo de paramilitares. Al regreso fuimos parados por un grupo de hombres sin uniformes y sin papeles pero con armas. Nos ordenaron bajar del carro y preguntaron qué estábamos haciendo en propiedad privada, que estaba peligroso por la presencia de elementos subversivos, que teníamos que salir lo más pronto posible y que nunca teníamos que regresar. Salimos asustados porque sabíamos que acabamos de encontrar un escuadrón de la muerte.



Lo que no vimos en estos días de 1979, fueron los subversivos comunistas de los cuales hablaban las autoridades y la gran prensa en la capital. Fue hasta finales del año 1980 que los corresponsales empezamos a viajar a las montañas para poder encontrar guerrilleros armados. Y muchas veces fueron los mismos campesinos, trabajadores, estudiantes y catequistas que habíamos entrevistados en los años anteriores cuando ellos demandaron, sin armas, una sociedad más justa. Ellos nos dijeron que fue la misma intransigencia del régimen y la represión brutal que les hizo decidir de juntar a los pequeños movimientos guerrilleros que hasta finales de los años setenta operaron sin mucho apoyo de la población en los márgenes del espectro político salvadoreño.



Con la ofensiva del FMLN en enero 1981 explotó la guerra en su plena vehemencia. La guerrilla ocupó grandes partes del campo pero no era capaz de consolidarse en las ciudades. El ejercito empezó sus contra ofensivas. El país quedo partido de facto en dos territorios. El ejercito dominaba las ciudades y la mitad de los departamentos. La guerrilla tenia el control de la otra mitad del campo, más algunos focos en los barrios populares de las ciudades. El régimen y los militares buscaron apoyo en los Estados Unidos. La guerrilla hizo lo mismo en Nicaragua, Cuba y Europa. Lo que nadie esperaba en los principios de los años ochenta fue que la guerra iba a durar doce años hasta 1992 cuando se firmaron los Acuerdos de Paz de Chapultepec.



Los corresponsales seguimos nuestro trabajo tratando de entender qué estaba pasando en el país. En este sentido la guerra en El Salvador fue muy singular. Pudimos viajar, hablar y acercarnos a todos los partidos involucrados: autoridades, oficiales, guerrilla, refugiados y víctimas. Cubrimos las zonas bajo control militar. Cubrimos elecciones. Cubrimos zonas bajo control de la guerrilla. Visitamos los campamentos de los refugiados. Viajamos a las zonas conflictivas, fuera con el ejército o fuera con la guerrilla. Todo esto con mucho riesgo porque los militares nos consideraron como cómplices de la guerrilla. Al final murieron 18 periodistas durante la guerra. Muchos de ellos eran mis amigos. Pero si salimos de las oficinas, tomamos riesgos y metimos los pies en el lodo, fue para poder mostrar a nuestro publico las diferentes caras que tiene la realidad de una guerra.



Hoy en día, 28 años más tarde, la búsqueda de la verdad siempre sigue siendo una de las normas éticas más importantes del trabajo periodístico. Sin embargo, ahora sabemos que ni la profesión de periodismo es sagrada, ni la verdad es fácil a encontrar. Ni en tiempos de paz y mucho menos en tiempos de guerra. En El Salvador comencé a comprender la expresión: 'La primera víctima de las guerras es siempre la verdad'.



Los medios de comunicación y los periodistas, hemos pecado mucho contra el paradigma de la verdad durante las últimas décadas. Así lo han mostrado una y otra vez la guerra fría, la guerra en El Salvador, las guerras en los Balcanes, las guerras in África y ahora la guerra en Irak y la guerra contra el terrorismo. En cada una de estas guerras, como en Salvador, los medios de comunicación han sido abusados o se han dejado abusar por las fuerzas en poder para crear una imagen del enemigo tan peligroso y tan diabólico que, ante los ojos de los ciudadanos, una solución política es aparentemente imposible y una guerra inevitable.



En El Salvador, la derecha creó el imagen del enemigo que 'el peligro rojo' estaba atacando El Salvador. Resultado: 60.000 muertos. En Ruanda, los líderes de los Hutus convencieron sus ciudadanos que los Tutsis iban a tomar su tierra. Resultado: 600.000 muertos. En los Balcanes, Milosowitjs convenció los Serbios que los Croatas, los Kosoveños, los musulmanes de Bosnia estaban separándose de lo que era la republica Yugoslavia. Resultado: 250.000 muertos. En Irak, la actual guerra, el gobierno de Bush logro de convencer parte del mundo que Sadam Hussein tenia armas de destrucción masiva. Resultado: aproximadamente 300.000 muertos.



Por estas experiencias yo pienso que una nueva responsabilidad del periodismo en los tiempos actuales es de evitar que su trabajo aporte a la creación de 'una imagen de enemigo' o 'chivos expiatorios' que las fuerzas en el poder pueden utilizar para marginalizar, excluir y en ultima instancia masacrar grupos étnicos, religiosos o políticos. Y por esto, ya les dije, hay que salir de la oficina, tomar riesgos, meter los pies en el lodo para mostrar al público las diferentes caras de la realidad que, en la mayoría de veces, no es blanco y negro sino gris.



Otra lección que saqué de mis experiencias aquí es que el principio: 'periodismo en búsqueda de la verdad' es un concepto bien abstracto que no da al periodista muchas pautas para su trabajo cotidiano. Al final, la percepción de la verdad o de la realidad es un asunto bien subjetivo. O como lo dicen otros: "Cada cabeza es un mundo". Entonces, en el trabajo cotidiano y practico, el paradigma de la verdad lo podemos servir de la mejor forma por la aplicación del principio del derecho de respuesta. Un periodismo responsable, no excluyente e independiente debe dejar escuchar siempre las opiniones de todos los partidos relevantes en la problemática tratada al fin que el publico pueda sacar sus propias conclusiones sobre lo que ha pasado. Quizás no sea totalmente satisfactorio, pero si en el trabajo rápido de cada día es una de las formas más seguras para evitar subjetividades, prejuicios e información equivocada.



Ejemplo. El hecho: en un pueblo de Usulutan dos defensas civiles han sido secuestrados y asesinados. Explicación del ejercito: los culpables son la guerrilla. Explicación de la guerrilla: no sabemos nada, no es nuestra política. Mas investigación en el lugar de los hechos, un campesino: yo vi mi tío con los secuestradores y el si anda con la guerrilla.



Otro ejemplo. El hecho: masacre en un pueblo en Chalatenango, 30 muertos civiles. Explicación de la comisión de derechos humanos: soldados uniformados son los culpables. Explicación del ejercito: guerrilleros disfrazados como soldados son los culpables. Más investigación en el lugar de los hechos, un campesino sobreviviente: desde cuando llegan los guerrilleros en helicóptero?



La ultima vez que estuve aquí, fue en 1996. Filmamos un documental sobre la Radio de Suchitoto. Los protoganistas eran dos jóvenes que trabajaban en la Radio. Ella como locutora y el como aprendiz del periodismo. Durante la guerra, la muchacha creció con los militares. El muchacho anduvo con los guerrilleros. A pesar de sus diferentes experiencias y su juventud dura, porque había familiares muertos en ambos lados, los dos jóvenes trabajaron juntos en la Radio de Suchitoto haciendo pequeños programas que hablaron de la necesidad de reconciliación para reconstruir el país. Los dos eran los protagonistas jóvenes de un periodismo nuevo quienes tenían mucha esperanza en un futuro mejor.



Sabemos que el periodismo es solamente uno de los factores que determinan si un país y una sociedad sean capaces de vencer su historia violenta y realizar la transición de una dictadura y de una guerra civil a una democracia moderna, abierta y sustentable. En El Salvador, la guerra tuvo al menos este resultado positivo que forjó una nueva generación de periodistas más inquisitivos, más profesional y más independientes. También hay más espacios para los reportajes críticos. Los ataques violentos contra la prensa han sido escasos. Sin embargo, siento que El Salvador sigue siendo un país polarizado. El poder político y económico está siempre excesivamente concentrado con la gran prensa a su servicio rindiendo cortesía a las líneas gubernamentales. Hay falta de acceso a las informaciones oficiales. Existen pocos medios de comunicación independientes o de la oposición, y la mayoría de ellos son pequeños y les falta dinero.



Pero lo que más me llama la atención es el aparente desinterés en la mayoría de los medios por la historia reciente del país. Parece que ni la derecha, ni la izquierda quieren hablar del pasado. Hace falta una memoria histórica. Yo creo que en esto campo hay una tarea importantísima para un periodismo que quiera contribuir a la reconciliación de la sociedad con su pasado. Es un trabajo difícil, duro y muchas veces doloroso. Hay que visitar los lugares de las masacres y de las batallas. Hay que buscar los testimonios de los sobrevivientes, guerrilleros, soldados, de las víctimas, de la población que quedó en medio de los conflictos. Solo así se puede, primero, lograr una crónica de la historia reciente del país en la forma mas objetiva posible a fin que, segundo y sin dudas con mucha discusión y muchos desacuerdos, la sociedad y los ciudadanos puedan hacer su contemplación histórica de lo que en realidad paso. Como dije, es un proceso doloroso pero necesario a fin que el país comience a asimilar su pasado, para que haya reconciliación verdadera entre los enemigos de ayer. Es también un proceso que toma mucho tiempo.



En Holanda, la historiografía de la segunda guerra mundial, especialmente los capítulos que trataban de la colaboración de los holandeses con los Alemanes, tomo 25 años. En Argentina y Chile la discusión de su pasado dictatorial sigue 20 años después del final de las dictaduras. En los Balcanes, diez años después de las guerras ni ha empezado. "Hay que haber paciencia", me dijo Simon Wiesenthal, el gran perseguidor de los criminales nazis, cuando le pregunte hace muchos años sobre Argentina y Chile: "Cuando la democracia se consolida y madúrese llegara inevitablemente el momento que los jóvenes que no vivieron el pasado violento empezaran a preguntar a sus padres que hicieron ellos durante la dictadura o la guerra. Allí se van a acabar las mentiras. Mientras tanto, la documentación de todo lo que ha pasado es muy importante".



Para finalizar, les quiero agradecer su paciencia y espero que las experiencias que hemos compartido esta tarde les sean útiles en algún momento de sus carreras profesionales como periodistas. Por supuesto, no como corresponsales de guerra, pero como representantes de un periodismo de paz al servicio de la verdad. Un periodismo responsable, no excluyente e independiente que respete dos reglas prácticas: No apoyar a la creación de imágenes de enemigo o chivos expiatorios y siempre aplicar el derecho de respuesta a fin que el público saque sus propias conclusiones. Además, la publicación de opiniones que no son las tuyas es una muestra de tolerancia que es necesaria para la curación del país.



Muchas Gracias.

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Tuesday, July 31, 2007


Tomado de www.raices.com.sv

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